Fragmento - poema Bóveda Violeta

"Allí la criatura que más ama mi santo Dueño, cabizbaja camina, mezquina anda, sin reparar y menos agradecer, por toda maravilla que lo cobija. De cuando en vez miran hacia al Reino celestial y preguntan preguntas a su Señor."... Fragmento - poema: Bóveda Violeta. Autor A.P.P.

miércoles, 25 de enero de 2012

Bóveda Violeta


Bóveda Violeta


Miro encima de todo lo que siempre observo,
veo la inmensa bóveda Real. Celeste, angelical.
Miro sobre la tierra, desde ella y por encima desta
y mi mirada se agota, está lela.

Veo una temprana nube pasajera, es lenta, solitaria, queda,
vaporoso nimbo terciado, membrana áurea refilada de forma tal,
que noto su nobleza descomunal, con su mudo e impresionante aviso
sonriendo me grita en silencio y con gran sigilo;


“Soy huella limpia, ágil, graciosa,
estela inmaculada, justa, esplendorosa,
que dejó la mano pura del gran Señor;
Soy manifestación santa y virginal,
efluvio etéreo, cierto, visible, intocable,
que como todo lo terrenal ha de pasar.

Soy frío vestigio, dócil efluvio,
solitaria y valiente onda de eól,
a nada temo, sólo a Su ausencia,
soy criatura mansa y a la vez terrible,
mis arcas guardan calor y hielo,
soy cofre Real del gran Monarca.


Rey de los vientos que guarda con sellos claros misterios,
huracanes, tifones y borrascas, suaves brisas y tersos alientos;
Soy arcano de tesoros y de ausencias, de dolor y de consuelo;
Lo mismo hago sombra que rayo y trueno, igual anego que reseco,
lo mismo alegro que entristezco, soy filtro pasajero, imperecedero,
que suaviza lo que toca o lo hace negro,
según quiera mi bello Dueño, según deba mi espectador lego.


Si hoy le apetece a mi Hacedor, me conforma y aparezco,
o me deshace su bravo viento, para luego hacerme de nuevo,
sin igual tamaño, forma o candor, pero siempre con mayor esplendor;
Por eso soy bella, a veces horrible, impredecible, siempre impetuosa,
aunque peregrina y nebulosa, estable soy, suma joya preciosa,
cambiante, dinámica, tal vez, una sola cosa.


Guardo en mi nada grandes secretos,
mi casa, óyelo bien, es la inmensidad del firmamento,
según tu oteo, un día tardo en recorrerlo,
allí comparto con dóciles movimientos,
mi hogar con mis hermanos, de número sin término;
Soy paciente y esplendorosa, sabia y muy virtuosa,
como la calma ansiosa de un valiente guerrero,
como la espera de la fiel esposa, al arribo de su amante viajero;
soy elocuente y bien hablo claro, con muchos signos que son del Cielo.


Muy de madrugada, esta nueva vez,
ráfagas de viento, borrascas de céfiro aliento,
moldearon esto que tú estás viendo,
fueron brisas alegres, cálidas y frías,
unas muy rápidas, otras pasivas,
unas amables, otras rasgaron el firmamento;
viento cargado alguna vez
con fino limo del terrenal suelo,
o con polvo de estrellas, tal vez,
y con terrones de gélida lluvia
y con depósitos del fuego del trueno;
Cinceles de Dios todos ellos,
certeros instrumentos.


Oleadas expertas de aire,
huellas del aliento del Dios que quiero,
una caricia tersa y bendita,
hálito del Amo de todo anhelo,
quien es tu Padre, Amor y Dueño.


Fui hecha con tal sabiduría y destreza,
que por ello muda el rostro toda la naturaleza,
al ver tal manifestación de poder y nobleza;
Mis formas duran lo que la mentira,
lo que la ilusión furtiva,
que manan de la necia humanidad fría.
Cambio como el tiempo, no con él
otra es mi regla, otro mi rector,
paso a paso, metro a metro.

¡He nacido¡, mírame creación entera,
regocíjate esplendor, llora de gozo mi perfección,
ahora recreada… ¡he nacido de nuevo¡,
una nueva y otra diferente vez,
con tal paciencia y perfección,
que por ello llora de alegre expectación,
mi misma esencia
al regarse con lluvias sobre toda la tierra;
y por eso gime con dulces centellas de grata espera
por el retorno del agua, -hija pródiga-,
yo, su amada niñera.
Vuelve, vuelve a mí, amada niña
ya de nuevo bendecida.

Por eso el rayo, por ello el trueno,
tienen cobijo en mis cimientos,
los poderosos halos de angelical luz,
con poder tal para dominar toda la tierra;
La voz del único Dios truena desde mi adentro,
su explosión de mil centellas como estertor sin termino
veo estallar gozosas en mi interior,
un suave susurro veloz,
esconde y cubre también mi naturaleza toda.


Si me miras bien,
verás de cierto,
verás más lejos;
si me entiendes bien,
tendrás aviso,
tendrás consuelo.


Mira mis formas, mis texturas y proporciones, qué te sugieren,
no es acaso insólito arte, erudición mayor, virtuosa técnica, suma belleza; /
Oye mi queja, qué te susurra, no te suena quizás a piedad y ruego,
porque venga pronto a acariciar de nuevo, la mano blanca de mi Amo y Dueño;


Desde aquí miro a lo lejos,
es un paisaje como de espejos,
no tengo en frente, todo en mí es pleno,
y, bien hacia arriba, bien hacia el medio, o hacia otro plano
en la distancia se pierden bellos, mil estancias, dos mil destellos,
tres mil efluvios, mil azulejos, un solo halo de inmensidad pleno.
Miro hacia abajo, qué es lo que veo,
un mundo bello, raro, un mundo bueno,
donde los hombres caminan ciegos,
sin ver de cierto lo que es de bello,
pobrecillos, poco miran al cielo;


Allí la criatura que más ama mi santo Dueño,                                                     
cabizbaja camina, mezquina anda,
sin reparar y menos agradecer,
por toda maravilla que lo cobija.
De cuando en vez miran hacia al Reino celestial
y preguntan preguntas a su Señor.


Mira mis límites y mi presencia,
es la decencia de la Bondad sin término,
la dignidad de la grandeza,
es la pureza que desde aquí,
intuimos reina en el puro Cielo;
Mira el color, no es el que ves,
el que contrasta por su esplendor,
con el fondo que es de violáceo fulgor,
dime exactamente qué es ese extraño espacio
de celeste color, lo sabes sabedor”.

Eso me dices bella blancura,
gracias criatura, insólita manera de hacernos una:
tú me hablas, yo te escucho,
tú me escuchas, yo te observo;
Formada estás, con tal tersura,
que al verte mi alma toda
es impelida por tu ternura,
a ser suspiro alegre y grato
y me sorprendo:


Cómo es posible hazaña tal,
eres en verdad un pedazo tan pequeño de firmamento,
pero ante mis chicos ojos,
eres un techo inmenso,
de mi universo visual el colmo todo,
de mi mundo el cielo entero,
de mi reverso su anverso
y me pregunto muchas cosas:
Cómo será que hará mi Padre,
para formar tal creación,
para crear tal formación,
para qué tan majestuoso
y pletórico espectáculo,
si un público ciego y tonto
ante tal milagro cierra sus ojos desanimado,
solo es para unos pocos,
oh, veo ahora claro,
es para toda la creación.


Miro al cielo y veo a lo lejos
la fuente de tanta luz, prodigio glorioso,
que revela todo lo que yo conozco,
siento con gozo y gran alborozo,
que mi Padre es el Creador de todo ello
y de todo aquello que aun no veo.
Cómo puede ser, sigo inquiriendo,
que siendo hijo de Dios,
pueda yo ver mi corazón entristecer con tal facilidad,
por las penas vanas de esta penúltima edad,
por las necias afujias de esta fea ciudad;


Cómo puede ser que casi todo el tiempo olvide sin más,
tanta belleza, tanta bondad, tantas obras perfectas,
irrebatibles pruebas de superioridad.
Esas respuestas, bien no las sé, pero si sé bien que mi Padre Es,
Quien hace salir la luz, Quien puede gobernar el sol,
Quien mece amable la luna azul, entre dorados bucles de santo amor,
sí, es mi Padre, es El Dios, El que silente me dice:


Hijito mío, mi muchachito, aquí Estoy:
en la nube, en el sol, arriba adentro alrededor, (sin comas entre las tres últimas palabras, gracias editor)
En la hoja del árbol, en su interior,
en su savia caudalosa que canta bella canción por ríos de erudición;
En tus manos, en tus píes, en tus ojos, por ello ves;
En la tristeza, en la sonrisa, Yo Soy el que Soy,
en la alegría, en la caricia, en la esperanza, en la buena noticia;
Dueño y Señor de todo soy, Dios del universo y de un lugar,
que por pequeño quiero ocupar
en la inmensidad de mi todopoder
tu corazón,
el tuyo y Mi Corazón,
si así lo quieres, Uno serán”.


Gracias mi Padre, mi Dios y Señor,
allí te observo yo, aquí te espero.

Cual nube pasajera es nuestro amor,
cual Bóveda Celeste es el Amor de Dios,
cual manto gaseoso es nuestro si,
cual cosmos colosos el Fiat de Dios,
con ambos construye el Rey y Señor,
los Cielos perfectos que son más de dos.


Amo de los vientos, Espíritu Sagrado, Santo aliento
Señor de los céfiros suspiros y de los espíritus,
ven colma mi espacio, ven limpia mis aires,
ven pronto y despacio, cual nube temprana,
a llenar mi alma de fina escarcha de agua,
ven Dueño divino
a hacer con Tus manos plateado regalo,
a tejer con Ellas el más bello bordado,
de Tu fino Espíritu, filigrana dorada.


Ven que ya en la inmensidad del cosmos
sólo me hallo
y en Tu regazo espero sabio,
efluvio de Amor, como remanso santo;
ven Dueño de mi alma a hacer eterna y Una,
esta nube que pasa,
que pasa,
que vuelve y pasa.


Lugar y Fecha:                    Chía Cundinamarca, Julio 26 de 2006
Autor:                                  Alejandro Pedraza Piñeros

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