Bóveda
Violeta
Miro encima
de todo lo que siempre observo,
veo la
inmensa bóveda Real. Celeste, angelical.
Miro sobre
la tierra, desde ella y por encima desta
y mi mirada
se agota, está lela.
Veo una temprana
nube pasajera, es lenta, solitaria, queda,
vaporoso nimbo terciado, membrana áurea refilada de
forma tal,
que noto su
nobleza descomunal, con su mudo e impresionante aviso
sonriendo me
grita en silencio y con gran sigilo;
“Soy huella limpia, ágil, graciosa,
estela inmaculada, justa, esplendorosa,
que dejó la mano pura del gran
Señor;
Soy manifestación santa y virginal,
efluvio etéreo, cierto, visible, intocable,
que como todo lo terrenal ha de
pasar.
Soy frío vestigio, dócil efluvio,
solitaria y valiente onda de eól,
a nada temo, sólo a Su ausencia,
soy criatura mansa y a la vez
terrible,
mis arcas guardan calor y hielo,
soy cofre Real del gran Monarca.
Rey de los vientos que guarda con
sellos claros misterios,
huracanes, tifones y borrascas,
suaves brisas y tersos alientos;
Soy arcano de tesoros y de ausencias,
de dolor y de consuelo;
Lo mismo hago sombra que rayo y
trueno, igual anego que reseco,
lo mismo alegro que entristezco, soy
filtro pasajero, imperecedero,
que suaviza lo que toca o lo hace
negro,
según quiera mi bello Dueño, según deba
mi espectador lego.
Si hoy le apetece a mi Hacedor, me
conforma y aparezco,
o me deshace su bravo viento, para luego
hacerme de nuevo,
sin igual tamaño, forma o candor, pero
siempre con mayor esplendor;
Por eso soy bella, a veces horrible,
impredecible, siempre impetuosa,
aunque peregrina y nebulosa, estable
soy, suma joya preciosa,
cambiante, dinámica, tal vez, una
sola cosa.
Guardo en mi nada grandes secretos,
mi casa, óyelo bien, es la
inmensidad del firmamento,
según tu oteo, un día tardo en
recorrerlo,
allí comparto con dóciles
movimientos,
mi hogar con mis hermanos, de número
sin término;
Soy paciente y esplendorosa, sabia y
muy virtuosa,
como la calma ansiosa de un valiente
guerrero,
como la espera de la fiel esposa, al
arribo de su amante viajero;
soy elocuente y bien hablo claro,
con muchos signos que son del Cielo.
Muy de madrugada, esta nueva vez,
ráfagas de viento, borrascas de
céfiro aliento,
moldearon esto que tú estás viendo,
fueron brisas alegres, cálidas y frías,
unas muy rápidas, otras pasivas,
unas amables, otras rasgaron el firmamento;
viento cargado alguna vez
con fino limo del terrenal suelo,
o con polvo de estrellas, tal vez,
y con terrones de gélida lluvia
y con depósitos del fuego del trueno;
Cinceles de Dios todos ellos,
certeros instrumentos.
Oleadas expertas de aire,
huellas del aliento del Dios que
quiero,
una caricia tersa y bendita,
hálito del Amo de todo anhelo,
quien es tu Padre, Amor y Dueño.
Fui hecha con tal sabiduría y
destreza,
que por ello muda el rostro toda la naturaleza,
al ver tal manifestación de poder y
nobleza;
Mis formas duran lo que la mentira,
lo que la ilusión furtiva,
que manan de la necia humanidad fría.
Cambio como el tiempo, no con él
otra es mi regla, otro mi rector,
paso a paso, metro a metro.
¡He nacido¡, mírame creación entera,
regocíjate esplendor, llora de gozo
mi perfección,
ahora recreada… ¡he nacido de nuevo¡,
una nueva y otra diferente vez,
con tal paciencia y perfección,
que por ello llora de alegre
expectación,
mi misma esencia
al regarse con lluvias sobre toda la
tierra;
y por eso gime con dulces centellas
de grata espera
por el retorno del agua, -hija
pródiga-,
yo, su amada niñera.
Vuelve, vuelve a mí, amada niña
ya de nuevo bendecida.
Por eso el rayo, por ello el trueno,
tienen cobijo en mis cimientos,
los poderosos halos de angelical luz,
con poder tal para dominar toda la
tierra;
La voz del único Dios truena desde
mi adentro,
su explosión de mil centellas como
estertor sin termino
veo estallar gozosas en mi interior,
un suave susurro veloz,
esconde y cubre también mi
naturaleza toda.
Si me miras bien,
verás de cierto,
verás más lejos;
si me entiendes bien,
tendrás aviso,
tendrás consuelo.
Mira mis formas, mis texturas y
proporciones, qué te sugieren,
no es acaso insólito arte, erudición
mayor, virtuosa técnica, suma belleza; /
Oye mi queja, qué te susurra, no te
suena quizás a piedad y ruego,
porque venga pronto a acariciar de
nuevo, la mano blanca de mi Amo y Dueño;
Desde aquí miro a lo lejos,
es un paisaje como de espejos,
no tengo en frente, todo en mí es
pleno,
y, bien hacia arriba, bien hacia el
medio, o hacia otro plano
en la distancia se pierden bellos,
mil estancias, dos mil destellos,
tres mil efluvios, mil azulejos, un
solo halo de inmensidad pleno.
Miro hacia abajo, qué es lo que veo,
un mundo bello, raro, un mundo bueno,
donde los hombres caminan ciegos,
sin ver de cierto lo que es de bello,
pobrecillos, poco miran al cielo;
Allí la criatura que más ama mi
santo Dueño,
cabizbaja camina, mezquina anda,
sin reparar y menos agradecer,
por toda maravilla que lo cobija.
De cuando en vez miran hacia al Reino
celestial
y preguntan preguntas a su Señor.
Mira mis límites y mi presencia,
es la decencia de la Bondad sin término,
la dignidad de la grandeza,
es la pureza que desde aquí,
intuimos reina en el puro Cielo;
Mira el color, no es el que ves,
el que contrasta por su esplendor,
con el fondo que es de violáceo fulgor,
dime exactamente qué es ese extraño
espacio
de celeste color, lo sabes sabedor”.
Eso me
dices bella blancura,
gracias
criatura, insólita manera de hacernos una:
tú me
hablas, yo te escucho,
tú me
escuchas, yo te observo;
Formada estás,
con tal tersura,
que al
verte mi alma toda
es impelida
por tu ternura,
a ser
suspiro alegre y grato
y me
sorprendo:
Cómo es
posible hazaña tal,
eres en
verdad un pedazo tan pequeño de firmamento,
pero ante
mis chicos ojos,
eres un
techo inmenso,
de mi
universo visual el colmo todo,
de mi mundo
el cielo entero,
de mi reverso
su anverso
y me pregunto
muchas cosas:
Cómo será que
hará mi Padre,
para formar
tal creación,
para crear tal
formación,
para qué
tan majestuoso
y pletórico
espectáculo,
si un
público ciego y tonto
ante tal
milagro cierra sus ojos desanimado,
solo es
para unos pocos,
oh, veo
ahora claro,
es para
toda la creación.
Miro al
cielo y veo a lo lejos
la fuente
de tanta luz, prodigio glorioso,
que revela
todo lo que yo conozco,
siento con
gozo y gran alborozo,
que mi
Padre es el Creador de todo ello
y de todo
aquello que aun no veo.
Cómo puede
ser, sigo inquiriendo,
que siendo
hijo de Dios,
pueda yo ver
mi corazón entristecer con tal facilidad,
por las
penas vanas de esta penúltima edad,
por las necias
afujias de esta fea ciudad;
Cómo puede
ser que casi todo el tiempo olvide sin más,
tanta
belleza, tanta bondad, tantas obras perfectas,
irrebatibles
pruebas de superioridad.
Esas
respuestas, bien no las sé, pero si sé bien que mi Padre Es,
Quien hace
salir la luz, Quien puede gobernar el sol,
Quien mece
amable la luna azul, entre dorados bucles de santo amor,
sí, es mi
Padre, es El Dios, El que silente me dice:
“Hijito mío, mi muchachito, aquí Estoy:
en la nube, en el sol, arriba
adentro alrededor, (sin comas entre las
tres últimas palabras, gracias editor)
En la hoja del árbol, en su interior,
en su savia caudalosa que canta
bella canción por ríos de erudición;
En tus manos, en tus píes, en tus
ojos, por ello ves;
En la tristeza, en la sonrisa, Yo
Soy el que Soy,
en la alegría, en la caricia, en la
esperanza, en la buena noticia;
Dueño y Señor de todo soy, Dios del
universo y de un lugar,
que por pequeño quiero ocupar
en la inmensidad de mi todopoder
tu corazón,
el tuyo y Mi Corazón,
si así lo quieres, Uno serán”.
Gracias mi Padre,
mi Dios y Señor,
allí te
observo yo, aquí te espero.
Cual nube
pasajera es nuestro amor,
cual Bóveda
Celeste es el Amor de Dios,
cual manto
gaseoso es nuestro si,
cual cosmos
colosos el Fiat de Dios,
con ambos
construye el Rey y Señor,
los Cielos
perfectos que son más de dos.
Amo de los
vientos, Espíritu Sagrado, Santo aliento
Señor de
los céfiros suspiros y de los espíritus,
ven colma
mi espacio, ven limpia mis aires,
ven pronto
y despacio, cual nube temprana,
a llenar mi
alma de fina escarcha de agua,
ven Dueño
divino
a hacer con
Tus manos plateado regalo,
a tejer con
Ellas el más bello bordado,
de Tu fino Espíritu,
filigrana dorada.
Ven que ya en
la inmensidad del cosmos
sólo me
hallo
y en Tu
regazo espero sabio,
efluvio de
Amor, como remanso santo;
ven Dueño
de mi alma a hacer eterna y Una,
esta nube
que pasa,
que pasa,
que vuelve
y pasa.
Lugar y Fecha: Chía Cundinamarca, Julio 26 de 2006
Autor: Alejandro
Pedraza Piñeros
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